Cuarentena en furgo: ¿Qué pasa cuando tu casa es tu furgo?

Jose pasa la cuarentena en su furgo

El 11 de marzo la OMS elevó la emergencia de salud pública ocasionada por el coronavirus al nivel de pandemia internacional. El sábado 14 de marzo se decretó el estado de alarma. El confinamiento, que era una idea en el aire unos días antes, se hacía vigente en España.

Desde ese día debíamos permanecer en nuestras casas. Y en la comunidad furgonetera nos sumamos al #yomequedoencasa y a dejar aparcada la furgo. Pero ¿qué pasa cuando tu furgo es tu casa? ¿Y cuándo no tienes un lugar donde aparcarla?

Problemas con la policía, áreas que cierran, falta de suministros, insultos, incomprensión… La situación no está siendo fácil para aquellos traviajadores cuya casa rodante es, literalmente, su casa. Especialmente, para aquellos a quienes la situación les ha pillado desprevenidos o lejos de casa.
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La furgo no es un domicilio legal

Los más afortunados, han podido estacionar su furgo en terrenos de amigos y familiares, como Rocío, Edu y Cuzco de Sin Código Postal. “Cuando empezó el tema del coronavirus decidimos no viajar muy lejos, ya que veíamos que la cosa se empezaba a poner seria”, explican. “Dos días antes del aislamiento decidimos acercarnos a la casa de los padres de Rocío, que tiene una buena finca. Aquí estamos abastecidos de todo: baño, electricidad y agua”.

Antonio pasa la cuarentena solo en su furgo
Antonio se considera afortunado, aunque la furgoneta se le hace pequeña.

Antonio nos cuenta que todo lo pilló de sorpresa el viernes, pero que aún así tuvo la suerte de contar con el terreno de unos familiares al que moverse el sábado. “La furgoneta se me hace pequeña tantas horas, pero aquí tengo agua y luz, así que tengo mucha suerte”.

No es el caso de aquellos a quienes el estado de alarma ha pillado lejos de familia y amigos y ven como áreas y cámpings cierran y no tienen a dónde ir. Fernando y Daniela estaban en la Playa de las Catedrales con Bianca, su bebé de 15 meses, y su perra Maya cuando decretaron el estado de alarma. “Encontramos el área de autocaravanas de Foz, que está muy bien porque tiene agua, electricidad e internet, y decidimos que pasaríamos la cuarentena allí. Pero, para nuestra sorpresa, les ordenaron cerrar”, explican.

“Tenemos derecho a ser nómadas”

Sin saber qué hacer, decidieron probar suerte en el área de Meira, donde han estado seis días. “Los primeros días estábamos un poco nerviosos pensando que llegaría la Guardia Civil y nos echaría”, confiesa Daniela. “Para evitar problemas, llamamos al Ayuntamiento donde nos pusieron en contacto con Agustín, el alcalde. Fue muy amable aceptando que nos quedáramos allí y nos dijo que si teníamos algún problema con la Guardia Civil, lo llamásemos”.

Las áreas y campings están obligadas a cerrar
Avisos de cierre y desalojo fueron apareciendo a lo largo de la semana, para desconcierto de los furgoneteros.

Suministros limitados

“El área esta muy bien, tiene llenado y vaciado de aguas y espacio para salir y estirar las piernas, pero no tiene electricidad. Y, al estar tanto tiempo nublado, la placa solar no funciona bien. Así que allí tampoco podíamos quedarnos”, dice. “Contactamos por redes a varias personas del pueblo pidiéndoles ayuda y una familia se ofreció a dejarnos aparcar en el patio de su casa, conectarnos a la electricidad e incluso, si lo llegábamos a necesitar, utilizar su buhardilla”.Guía Camper
“Para poder movernos hasta allí, tanto ellos como nosotros tuvimos que llamar a la Guardia Civil y solicitar un permiso especial. ¡Incluso nos pedían pruebas de que no teníamos casa!”, termina de relatar su odisea, de la que destaca la buena fe y amabilidad de la gente del pueblo.

El tema de la energía también preocupa a José Reven. Al igual que Fernando y Daniela, se encuentra en el norte y no puede sacar el máximo partido de sus placas solares. “Por ahora, con la placa de 280w y 2 baterías de 92 Ah, sigo funcionando. Cuando el voltaje cae a 12,2 arranco la furgo un rato. Pero yo uso mucho el ordenador, necesito cargar las cámaras para grabar, luz para ver, para la nevera… Estando las 24 horas dentro de la furgo y viendo que vamos a pasar varios días así, creo que a muchos no nos van a llegar los amperios”, explica.

José estaba de vacaciones en el Vall d’Aran cuando se dio cuenta de que la cosa no pintaba bien. El viernes decidió volver a Santander y, siguiendo lo que aún eran recomendaciones, no salir de la furgo. “Estacioné junto al mar. Estuve los tres primeros días sin salir de la furgo. El lunes tuve que salir a hacer la colada. El miércoles, a vaciar las aguas grises y el poti”. Explica que pudo hacerlo en un área cercana, pero no sabe hasta cuándo seguirá abierta, ya que el jueves 19 era el último día que tenían las áreas y cámpings para cerrar.

Cuarentena en la furgo de The Walking Travel
Samuel y Samara llevan lo mejor que pueden esta situación que ha desbaratado todos sus planes.

En un vacío legal

En una situación similar se encuentran Samuel y Samara. La pareja detrás de The walking travel estaba trabajando en Formigal por la temporada, cuando la estación de esquí cerró y se quedaron sin trabajo, sin saber qué hacer y sin su plan para irse a Canadá. “Decidimos quedarnos en Formigal. Tenemos un área a 4 km de aquí, pero nos preocupamos al ver que, durante esta primera semana, a un montón de gente que vive en su furgoneta la han empezado a echar de áreas, a cerrarles suministros, a decirles que no pueden vivir en sus furgonetas o que se vayan al domicilio que pone en su DNI. Obligar a alguien que vive en su furgo a ir a casa de amigos o familiares significa poner en riesgo a más gente. Nosotros ni nos planteamos ir a Madrid y Estepona con nuestras familias, ¡lo vemos una irresponsabilidad!”, explican. “Aunque vivamos en una furgoneta, cumplimos con la norma. No salimos de casa. Nuestra casa es nuestra furgo. Y tenemos derecho a elegir este estilo de vida. Tenemos derecho a ser nómadas”, reclaman.

“Se puede ser igual de responsable/irresponsable con la situación de la cuarentena viviendo en furgo, en una casa, en un barco, en un tipi o en un iglú. Somos nómadas, no delincuentes”.

Cuarentena en furgo en La Palma
Ana y Antonio están en La Palma y han encontrado un buen lugar para aparcar.

En la misma línea se expresan Ana y Antonio, quienes viven viajando desde 2016 con su gatita Robin: “Se puede ser igual de responsable/irresponsable con la situación de la cuarentena viviendo en furgo, en una casa, en un barco, en un tipi o en un iglú. Somos nómadas, no delincuentes”.

A ellos la cuarentena los sorprendió en La Palma. “Por suerte, hemos encontrado un lugar muy bueno para quedarnos el tiempo que haga falta. Estamos en una zona de bosque, con fuente de agua relativamente cerca, tiendas de alimentación cercanas, sol todo el día (¡benditas islas!) para ser energéticamente autónomos con los paneles solares, buena señal de internet para poder trabajar, campo y tranquilidad para que Robi pueda salir a la calle”, cuentan. A pesar de eso, también han vivido situaciones desagradables, como cuando un individuo se encaró con ellos mientras estaban cogiendo agua: “Cada tres o cuatro días debemos mover la furgoneta para ir a rellenar los depósitos de agua. El punto más cercano lo tenemos a 1,5 km. Se trata de una fuente que está en un parque. Cuando esta persona nos vio allí, nos encaró a gritos. Por más que intentamos explicarle la situación, siguió amenazando con llamar a la policía”, relatan. “Varios compañeros furgoneteros han recibido ataques por seguir en su furgoneta. Entendemos que todos estamos muy nerviosos, pero, por favor, seamos más empáticos, no nos tiremos al cuello de la gente y respiremos antes de gritarle a alguien. Que esta situación no se convierta en una excusa para maltratarnos”.

“Que esta situación no se convierta en una excusa para maltratarnos”

Falta de espacio (de almacenaje y de esparcimiento)

Gema señala otro problema al que se enfrentan quienes viven en furgoneta: “La capacidad de almacenaje de una casa con ruedas suele ser muy reducida. Por eso, si la gente sigue comprando en supermercados de una manera tan arrolladora y sin sentido, los que necesitamos comprar más a menudo, no encontraremos productos básicos y necesarios”.

Gema y Chano pasaron el mes de Enero en Italia y estaban muy al tanto de la situación allí. “Así que, cuando en Madrid pidieron confinamiento domiciliario y vimos que la costa mediterránea se llenaba de turistas como su fuera pleno verano, primero nos indignamos y, seguidamente, nos asustamos. Nos fuimos al interior, a un terreno conocido donde tenemos a menos de 100 metros agua limpia y vaciado de aguas grises y negras”, explica Gema.

Futuro incierto

Rocinante van de cuarentena
Gema y Chano aprovechan la cuarentena para crear y proyectar.

Para ellos, lo peor de esta situación vino a nivel profesional. “Somos artistas. Tenemos una compañía de teatro. Y todos en la profesión vimos atónitos como se nos cancelaba el trabajo programado para los próximos meses. De la noche a la mañana. Así que empezamos el confinamiento viviendo algo inaudito y desolador en lo profesional”.

“Por lo demás”, continúa Gema, “estamos bien porque nuestras necesidades están cubiertas. Nuestra furgo es alta, lo que hace más llevadera la estancia dentro. Tenemos potti, cocina, ducha, teléfonos y computadoras, baterías, generador pequeño, café, libros para leer y libros para vender. Tenemos guitarra y acuarelas, la furgo la tenemos más limpia que nunca y hasta hemos encontrado tesoros perdidos hace tiempo”.

Pero es consciente de que varios compañeros están en situaciones menos ideales. “Las redes sociales nos conectaron a todos los que vivimos sobre ruedas de una manera inmediata, contándonos nuestras experiencias y entendiendo la realidad furgonetera de la pandemia, no desde lo personal, sino como algo global”.

Tejiendo redes de ayuda

Y no es solo un decir. Esta conexión y la voluntad de buscar soluciones globales se materializaron en forma de mapa en el que aparecen señalados aquellos lugares donde alguien ha ofrecido un terreno para alojar una furgo durante la cuarentena. A través de The walking travel, los viajeros que lo necesiten pueden contactar con los propietarios de estos terrenos.

“Intentamos siempre unir a gente que esté cerca para evitar largos desplazamientos y pedimos que se guarden las medidas de seguridad. Consideramos que no es la mejor opción, ya que se ha pedido que cada uno permanezca en su domicilio. Pero es el propio gobierno y la policía quien les está obligando a moverse”, dice Samara. “La única opción que están dando es meter a la gente que vive en furgonetas y autocaravanas en albergues, polideportivos y otros recintos que han habilitado para gente sin techo, exponiéndolos a todos al virus. Somos conscientes de que todos los servicios están saturados por esta pandemia, pero nos sentimos como delincuentes. Perseguidos, machacados, sancionados”, finaliza.

Y, lo peor, sin saber cuánto va a durar esto y con todo cambiando a velocidad abrumadora, concuerdan todos.

“Nos sentimos como delincuentes. Perseguidos, machacados, sancionados”

 

Cuando nació empezó a tirar del hilo, no sabe a dónde lleva, pero es rojo y eso le gusta, así que sigue tirando y tirando, disfrutando del camino sin preocuparse del destino. No sabe a dónde va, pero por ahora no puede ser más feliz de por dónde la ha llevado. Barcelona es uno de los amores de su vida. Le deprime la rutina. Y a veces se cree un búho, pero es más una pingüina.