Propósitos furgoneteros para el 2021

Propósitos furgoneteros

Este último año nos ha hecho ser muy conscientes de lo vulnerables que somos. De la noche a la mañana, todo nuestro mundo, tal y como lo conocíamos, ha dejado de ser funcional. También cabe la posibilidad de que nunca lo haya sido y este sea uno más de los muchos mensajes que nos manda el planeta y que tan poco escuchamos. 

El 2020 también nos ha venido a enseñar, para quien haya querido aprenderlo, que el aleteo de una mariposa sí puede crear tornados. Lo que ocurre en el otro lado del planeta, llegará en menos de lo que esperamos hasta nosotros y se meterá en nuestras vidas sin poder hacer mucho por evitarlo. Y es que, aunque en el día a día no podamos apreciarlo, nuestros actos, para bien o para mal, afectarán a nuestro entorno, y a su vez, ese entorno influirá en nosotros indudablemente. 

Con la responsabilidad de que cada acto tiene consecuencias en los demás y en el planeta, he querido dejar por escrito algunos de los propósitos furgoneteros para el 2021. Pero, además de proponérmelo, me comprometo firmemente a cumplirlos y hago ante todos los lectores un juramento hipocrático al estilo furgonetero. 

Quiero aclarar, antes de nada, que estos propósitos son totalmente personales pero transferibles a cualquiera que le puedan resonar. Soy consciente de mi insignificancia como individuo, pero también conozco la fuerza de trabajar en comunidad. Y hablando de comunidad, es innegable que el mundo furgonetero sabe mucho de esto. 

1. Alejarme del ruido

Una de las ventajas de viajar en camper es que conduciendo unos pocos kilómetros podemos alejarnos del ruido de nuestra rutina. Las preocupaciones se quedan aparcadas en casa y viajamos más ligeros. Sin noticias que escuchar, series que terminar o whatsapp a los que contestar es más fácil prestar atención a las cosas verdaderamente importantes de la vida. 

Este verano tuve una revelación mientras estábamos en el refugio de Viadós, frente a la cresta de Espadas. Me di cuenta de que podría pasarme las horas mirando hacia esos picos sin cansarme. No pasaba nada. No había ruido. Era una imagen estática. Y eso era lo que la hacía sobrecogedoramente bella. Cuanto más miraba, más interesante me parecía. Encontraba detalles, líneas, recorridos, olores, recuerdos, ideas, sueños… 

Me comprometo a disfrutar de más momentos de silencio. Dejar la mente en blanco y centrarme únicamente en vivir el presente. Salir más a menudo de la ciudad y perderme en paisajes inmóviles donde lo único que se escuche sea la naturaleza. Mirar al horizonte en el mar, contemplar una montaña, ver cómo cae el agua por una cascada, observar a las hormigas transportar palos tres veces más grandes que ellas… 

2. Ser un camaleón

Cuando viajo en furgoneta, y también diría que como actitud en la vida, trato de no molestar. Me gusta pasar desapercibida, mimetizarme lo máximo posible con el entorno. Intento aportar mi granito de arena, pero sin llamar demasiado la atención. Pienso que el movimiento se demuestra andando, en este caso rodando, y gestos tan simples como una sonrisa, un buenos días o interesarnos por las costumbres o gastronomía de cada lugar harán que seamos siempre bienvenidos. 

He oído muchas veces que “donde fueres haz lo que vieres” y yo lo sigo, casi siempre, al pie de la letra. Lo mejor que puedes hacer cuando llegas a un lugar que no conoces es fijarte en cómo se comportan las personas que viven allí. Si hacen las cosas de una manera incomprensible para ti, piensa siempre que alguna razón habrá para ello y trata de buscarla. 

Me comprometo a respetar los lugares que visito y a la gente que allí vive. Y digo respetar en el sentido más profundo de la palabra. Sin juzgar. Sin pensar que mi manera de ver el mundo es la mejor. Tratando de entender las diferentes formas de vida y mostrando curiosidad hacia ellas. 

3. Abrazar árboles

Me gusta mucho una frase que dice algo así como “no podemos amar lo que no conocemos ni proteger lo que no amamos”. Pues empecemos por conocer nuestro entorno natural. Más que conocer debería decir experimentar. Me refiero a vivirlo en primera persona y poniendo en juego todos nuestros sentidos. 

Los documentales sobre animales del otro lado del globo están al alcance de cualquiera, pero a muchos nos cuesta nombrar los árboles que nos encontramos haciendo senderismo por nuestras montañas. 

Como dice Richard Louv en su libro “Los últimos niños en el bosque” si los niños de ahora participan en actividades salvajes en la naturaleza, se convertirán en los ecologistas del futuro. 

Me comprometo a dar más paseos por la naturaleza. Paseos sin banderita en el punto de destino y sin estar con la mirada pegada al móvil para no perderme en el camino que otra persona ha recorrido antes. Entender que la naturaleza no está ahí sólo para ser admirada o disfrutada practicando diferentes actividades en ella, sino que soy parte de ella. Quiero conocerla hasta sentir que somos uno. Poder identificar el paso de las estaciones en todos sus elementos. Sentir frío y calor. Trepar y abrazar árboles. Mancharme de barro. Que me pille una tormenta. Conocerla hasta amarla y así poder protegerla. 

“No podemos amar lo que no conocemos ni proteger lo que no amamos”

4. Quemar suela

Es indudable que nuestras camper nos hacen llegar a lugares a los que de otra manera es más complicado. Pero no caigamos en esa trampa. No intentemos llegar siempre hasta el final de la senda.  A todos nos puede gustar dormir en primera linea de playa (que concepto tan casposo, por cierto) o en medio de un bosque. Pero es inteligente reconocer que, a lo mejor, esos sitios no están pensados para que haya vehículos merodeando por allí. No pasa nada por aparcar en un parking y hacerte unos kilómetros para poder disfrutar de los lugares de una forma más natural. A donde no te lleve tu casa rodante, te llevarán tus pies.

Me comprometo a andar más. No meterme con la furgoneta en caminos de piedra o arena y no apurar hasta quedarme encajonada entre arbustos (le pasó a una amiga…). Reconocer que también esta forma de viajar tiene sus limitaciones y no creer que la libertad de movimiento que nos da es infinita. 

5. Pensar fuera de la caja

O, como dice mi madre, “a grandes males, grandes remedios”. Tenemos que empezar a pensar de manera más creativa y a no dejarnos llevar por la corriente. Soy de las que cree que siempre hay una solución para cada problema y está en nuestra mano encontrarla. Es verdad que los retos que se nos plantean no son pequeños ni fáciles de solucionar, pero ahí está nuestra capacidad resolutiva. 

Podemos conformarnos pensando que nuestro planeta se va a pique y nada ni nadie puede impedirlo. Pero también podemos pasar a la acción y pensar en cómo podemos contribuir cada uno de nosotros a mejorar la situación.

Me comprometo a no dejarme llevar por las primeras ideas que me vengan a la cabeza y a pensar las cosas dos o doscientas veces. Me comprometo también a poner en duda las verdades universales y a cuestionar la información que llegue a mí en forma de bombardeo. Leer y escuchar de manera crítica y crear mi propia opinión. 

Como declaración de intenciones no ha estado mal. Ahora lo que voy a hacer con estas palabras es imprimirlas y ponerlas en un lugar visible de la furgoneta. Las pegaré bien para que no salgan disparadas en la primera curva y corran el peligro de quedarse olvidadas en una cuneta.