La ruta más salvaje por la Asturias rural: Parte 1

Para muchos Asturias acaba en Avilés y no, más allá, en la parte de la región colindante con Galicia donde el bable y el gallego confluyen y se beben a la par, tanto Estrella Galicia como sidra, encontramos destinos donde el gran público todavía no ha llegado. Y espero, con todo el respeto del mundo, que jamás llegue para que siga conservando toda esa magia y misticismo que sigue atesorando. 

Este es un viaje de reencuentros. Por unos motivos u otros, pero es de reencuentros. Al menos con mi vetusta montura la cual hacía casi medio año que no he tenido la oportunidad de disfrutar y, también, con una parte de mí. Motivos aparte, la verdad es que no había decidido el destino hasta el día anterior a la partida y eso me encanta. Es algo inherente a mi forma de ser, de modo que en un last call me decanté por realizar una ruta asturiana que comienza en Saliencia y concluye en Tapia de Casariego huyendo, sin desmerecer, del mainstream asturiano.

Concluida mi jornada laboral y ansioso por partir, me despido de la localidad toledana que me vio nacer para recorrer unos 500 kilómetros en dirección a Saliencia (Asturias), ubicada en pleno corazón del Parque Natural de Somiedo con el objetivo de hacer la famosa ruta de los Lagos de Saliencia. De hecho, como hombre previsor que soy, paré en un decathlon para comprar una pala plegable en caso de conato de Filomena para que nada impidiera mi ruta. Iluso de mí, aprendí que la naturaleza es tan bella como caprichosa.

Sobre las 16:30 horas partí, pero esto de la van life es totalmente imprevisible y lo que te marca el GPS es, al menos cuando viajas en una autocaravana del 91 con 75cv y motor atmosférico, literalmente una quimera. Previsiones erróneas del GPS aparte, la primera etapa de mi ruta fue una aventura tremebunda. Agárrense.

Niebla, lluvia y un embrague incandescente

En ese orden sucedió, os lo juro. Todo se torció cuando, en un alarde de inconsciencia, decidí seguir las instrucciones del GPS y no hacer noche en la última localidad leonesa antes de afrontar el Puerto de Ventana (a casi 1.600 metros de altitud) con el panorama más favorable posible. Total, estaba a menos de una hora de mi destino.

Nada más comenzar la subida al puerto comienza a llover. Mi ilusión era más intensa que las precipitaciones de modo que obvié el contratiempo atmosférico y continué. Unos kilómetros más tarde a la lluvia se le sumó una densa niebla, en concreto a tan solo unos 300 metros de altitud.

Conforme la lluvia y la niebla se iban intensificando también lo hacía la pendiente de subida, superior al 10% en la gran parte del trayecto. Cada curva era un auténtico alarde de pericia tratando de que las revoluciones no cayeran en picado y tener que reducir una marcha más. 

Creedme que sudé la gota gorda por mantenerme en segunda pero, en última instancia, tuve que hacer unos 200-300 metros en primera y tras más de 400 kilómetros de recorrido. Pero lo conseguí, subí los 1600 metros de altitud no sin antes percatarme de que el embrague estaba, técnicamente, incandescente. No obstante, en caso de tragedia, mi ruta continuaría ya que hubiera alquilado una furgo de las que tiene VIAJAenFURGO.

El siguiente problema venía ahora: buscar un sitio donde pasar la noche. Difícil empresa pues me encontraba en pleno Parque Natural de Somiedo muy alejado de cualquier punto donde dormir y con el embrague tiritando. Pero bueno, tiré de mi playlist motivacional con grandes éxitos de Nine Inch Nails para darle un mayor dramatismo a la escena y conseguí llegar hasta La Riera a las 23:45.

La Riera, una sorpresa bella y encantadora

Foto de @ducatopop

La Riera es una localidad que guarda un gran encanto y  se encuentra en pleno corazón del Parque Natural de Somiedo y atravesada por el río homónimo. ¿Qué podemos ver allí? Pues su iglesia, presa y el Museo de la Cerveza en una parada no superior a 40 minutos. Sobre este último, en plena fachada, se anuncia que dispone de más de 4.000 referencias procedentes de todos los rincones del mundo. Apetecible, mas me quedé con las ganas de catar esas referencias puesto que no estaba abierto. 

Foto de @ducatopop
Presa de La Riera. Foto de @ducatopop
Iglesia de La Riera. Foto de @ducatopop

Con mi ánimo intacto pongo rumbo en dirección a Saliencia para  subir hasta el alto de la Farrapona y realizar a pie la famosa ruta de los Lagos de Saliencia. Segundo día y segundo puerto de montaña, éste a más de 1700 metros de altitud con el embrague en el tiempo de descuento. Ya saben, el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.

El camino hacia Saliencia es un disfrute para la conducción. Recorremos una carretera que sigue el sinuoso cauce del río Somiedo entre desfiladeros y vasta vegetación, con multitud de apartaderos donde poder tomar un descanso y alguna que otra foto o iniciar alguna de las rutas que nos indican las señales. 

Foto de @ducatopop

Cuanto más avanzamos mayor es el espectáculo para nuestros ojos y con más frecuencia vemos los carteles que nos avisan de que podemos encontrarnos con osos en el trayecto. También podemos visitar la presa de la Malva y pernoctar en el área de recreo que se encuentra a escasos metros en caso de querer mimetizarse con el entorno. Eso sí, recordad, hay osos y son grandes. Enormes. 

Saliencia y una ruta fallida por sus lagos

Saliencia es una localidad muy pequeña compuesta por un par de calles y dos restaurantes donde podremos reponer fuerzas tras una dura ruta por los lagos. Además dispone de un parking donde está permitida la pernocta para quienes deciden alargar su estancia allí.

Para llegar a los lagos debemos cruzar el pueblo y continuar durante siete kilómetros por la carretera, vía que conforme vamos surcando, se vuelve cada vez más angosta y empinada. Lógico, en esta ocasión nos dirigimos hacia el Alto de la Farrapona y que hace cumbre a 1.700 metros. 

Por el trayecto descubrimos las Brañas de Arbellales y sus curiosas edificaciones. ¿Qué son las brañas? Por resumir mucho, son tierras de pasto y labrado que se ceden a los vecinos de las localidades donde se ubican, en este caso en Arbellales, para su posterior explotación. Dentro de estas se pueden apreciar pequeñas construcciones que forman parte de la arquitectura popular de la zona y cuyo propósito, cuando se construyeron (algunos autores las sitúan en el siglo XII) para ofrecer cobijo y hogar al brañeiro, la persona que se dedicaba al trabajo de esas tierras.

Foto de @ducatopop

Pasadas las brañas, la carretera se empieza a complicar, dato importante para todos aquellos que viajáis con motores atmosféricos, y el rito de subida hay que hacerlo prácticamente en segunda. Si os enfrentáis a esta subida en invierno encontraréis nieve y algo de hielo, de modo que hacedlo con prudencia y mucho cuidado. No obstante, el riesgo de precipitarse es el coste de oportunidad directo para disfrutar de unas vistas realmente espectaculares.

Al hacer cumbre llegamos a un aparcamiento con unas 20 plazas donde no se permite la pernocta y donde se inicia la ruta de los Lagos de Saliencia. El entorno es magnífico, te sobrecoge de tal manera ver esas cumbres nevadas que no te das cuenta de que el camino que has de tomar para la ruta se encuentra totalmente sepultado por la nieve. ¿Pero de verdad creéis que eso iba a pararme? Para nada.

En un alarde de inconsciencia, el segundo en dos días, decidí adentrarme en la senda helada durante unos metros. Los suficientes para darme cuenta que lo único que podía hacer era despeñarme ladera abajo. Como buen GPS – no como el mío- reconduje mi ruta por un lugar seguro, regresé al parking y tomé el otro camino que lleva a la localidad de Torrestío. La ruta es fácil, mucho y en cuanto llegamos a la pequeña aldea disponemos de diversas sendas para llegar a zonas como la cascada de Foz.

Realizada la ruta, hice check en mi listado de cosas sanas para hacer durante la ruta y lo celebré refrescándome el gañote mientras pensaba en cómo iba a bajar el puerto sin drama alguno. Pero bueno, eso se me pasó rápido cuando me acordé de que puedo alquilar una furgo con la gente de VIAJAenFURGO, por lo que continué mi camino, esta vez hacia Cudillero. Lo siguiente os lo cuento en la segunda parte de este reportaje porque no es vacuo.

Sí, en la segunda parte descubriremos a bordo de la Ducato Pop los enclaves más bellos que he podido ver en este viaje y, os aseguro de corazón, que no pensaba que Asturias pudiera sorprenderme tanto y enamorarme de nuevo. A modo de avance, que no de spoiler, os puedo adelantar que visito las localidades portuarias más especiales y escondidas. ¿Os lo vais a perder?

Servidor, @ducatopop refrescándose el gañote